domingo, 16 de diciembre de 2007

Amor Contemporáneo

Hola queridos amigos, el viernes se me hizo imposible asistir a la reunión, pero aquí les dejo la obra que seleccioné para la revista. Un abrazo. Leo

Amor contemporáneo

Sus bellos ojos impávidos observaban desde lo bajo el trágico desenlace.

Recostado sobre una silla de madera, bebía el último trago de vino tinto que restaba en la botella. Atónito, la emotividad del recuerdo acudió a su encuentro, haciéndolo naufragar en el profundo mar de la decadencia.

La última gota que revalsó el vaso.

Decadencia. Exquisita decadencia.

El mundo ya no era un lugar para él. El siempre lo supo. Su corazón latía ansioso diciéndole que lo haga de una vez por todas. Un mal sueño del que estaba por despertar.

El reloj marcaba las seis de la mañana. Ya era la hora.

Tomó el revolver calibre .22, lo llevó hasta su sien, puso su dedo índice sobre el gatillo y comenzó a jalarlo lentamente.

El tiempo y el espacio se desfiguraban. La habitación tomaba otras dimensiones. Las cosas estaban demasiado lejos y demasiado cerca. Cada milésima de segundo corría con la lentitud de saber que eran sus últimos instantes sobre el planeta.

Futuro, pasado y presente atravesaban su retina. Cruzaban flashes como un jab directo a su mandíbula.

Recordaba con nostalgia la primera vez que la había visto. Su primera impresión había sido errónea: creía que era una más, un peón más en el gran juego de reyes. Pero las impresiones suelen ser erróneas. Demasiadas distracciones empañan el cristal de la percepción.

Su cabello era negro, salpicado por furiosos mechones rojos. Vestía un pantalón negro ajustado con una remera blanca a rayas grises. Pudo ver en su mochila gastada y graffiteada las señales de una existencia tormentosa y gris: bandas que acordaban un pacto con lo prohibido y lo deseado.

La otra cara de la misma moneda.

No pudo quitar su mirada sobre esa criatura. Algo traicionaba sus sentidos, algo le decía que tenia que conocerla. Pensó en miles de formas de empezar una conversación con ella, pero todas eran inútiles, sabía que iba a quedar como un idiota más, tan predecible, tan mediocre.

No lo dudó, tomó coraje y acudió a su encuentro. La atmósfera del bar era densa. Un antro donde las almas perturbadas buscaban paz del hostil mundo.

-Hola soy Hernán, interrumpiendo la conversación que ella mantenía con una amiga. -Yo soy Jazmín, le replicó asombrada al sentir esa sensación rara de familiaridad que sucede con desconocidos.

Había sido amor a primera vista. El humo y la amarga cerveza los llevó a encontrar eso que tanto habían anhelado: el paraíso, el edén, el creer que no estamos tan solos en el mundo. La esperanza, ese dulce néctar que endulza nuestra labios, embriaga nuestros sentidos y nos devuelve a la fuente de la creación.

El trágico recuerdo cesó. Ahora se encontraba allí, en la pensión en que ambos vivían siendo parte de una escena sin sentido. Jazmín, fría y pálida tirada en el piso, sobre un charco de sangre. Su expresión, la última de todas, era de paz, de redención. Había conseguido las alas que necesitaba.

Todos los objetos a su alrededor se convirtieron en filosos recuerdos, que le devolvían la cordura y le quitaban el estado de enajenación. La culpa le devolvía la conciencia, convirtiendolo en un monstruo, un animal, un inmaduro, un moderno.

Ya era tarde para lamentarse, lo había hecho. No había vuelta atrás. ¿Porqué lo hice si de todas formas la hubiese perdonado?, se preguntaba entre lágrimas.

Las cartas estaban ya sobre la mesa. Era hora de jugar al azar.

Una fuerte detonación retumbó por toda la pensión. Doña Clara, que vivía en el edificio lindero le preguntó intrigada a su marido qué podría haber sido. Juan que alquilaba una pieza en la misma pensión, se inquietó al escuchar el estruendo cuando juntaba los apuntes para ir a la facultad.

Nada, nada había sucedido. La ciudad se despertaba igual, monótona y veloz como de costumbre.

Los pájaros siguieron sobre los árboles, mientras el sol calentaba fríos corazones.


Pd: la foto que corresponde al texto está en proceso ;)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y sabes
si no te acordas, yo te ayuda
que podes no terminar como hernan..
L
.
M.M.

Juan Pablo dijo...

Igual que en "El precio", la poesía va dando lugar de a poco a una historia cotidiana, si bien en este caso mucho más macabra. Y la ironía, en este caso, se percibe ya desde el título. Muy bueno, Leandro.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho!!! La verdad que la introducción no sabés a dónde te lleva, es retorcida (en el buen sentido) y sería bueno que termine con el mismo tinte, igualmente, insisto, tiene una muy buena tensión. Gracias por compartirlo. Slds!!!!!!!!